miércoles, 30 de abril de 2014

El Estado en el Perú: ¿Y dónde está el piloto?

En Teoría de Juegos hay un juego muy simple pero muy apropiado para explicar el conflicto de intereses que suele surgir entre los directivos de una empresa y la junta de accionistas o directorio de la misma. Usualmente la junta de accionistas (a la que se denomina “Principal”) se preocupa más por los objetivos de largo plazo de la empresa, básicamente aumentar su valor en el tiempo, por el contrario los directivos (se les llama “Agentes”) se preocupan de manera natural más por la gestión de corto plazo.

Imaginemos una situación típica de conflicto entre los resultados de corto y largo plazo, por ejemplo una inversión con un período de recupero digamos de cinco años y con gastos considerables durante los primeros tres años. Si la junta de accionistas (principal) solicita al Gerente General (agente) una evaluación del proyecto, es muy probable que el Gerente y toda la línea directiva se vean incentivados a subvaluar los ingresos futuros del proyecto y a sobrevaluar sus gastos presentes con el fin de desanimar a la junta de accionistas acerca del mismo.
Los directivos hacen esto porque generalmente su performance es medida por los resultados anuales, es decir de corto plazo, y sus bonos de productividad dependen de ellos, entonces el proyecto los perjudica pero aún más los hace correr el riesgo de ser incluso despedidos ya que si la junta de accionistas no está muy consciente de las pérdidas de corto plazo que genera el proyecto podría despedirlos por su supuesto “bajo rendimiento” o como es también usual, usar este pretexto para cambiar directivos con los que no está de acuerdo. Asumamos ahora que el proyecto, evaluado convenientemente, sí es rentable y sí aumentaría el valor de la empresa en el largo plazo, entonces, la directiva tiene dos estrategias posibles, la primera es decir la verdad, o sea informar a la junta de accionistas que el proyecto es conveniente. La segunda es mentir manipulando las cifras para hacerlos creer que el proyecto no es conveniente. Mientras tanto la junta de accionistas puede dudar acerca de las intenciones de sus gerentes y por tanto cuenta también con dos estrategias posibles, la primera, encargar una auditoría externa para determinar la conveniencia o no del proyecto pero incurriendo con ella en un gasto considerable, y la segunda, no encargar la auditoría o simplemente asumir la evaluación de los gerentes como cierta, sea ésta positiva o negativa.
Este juego, que se parece mucho al famoso “dilema del prisionero”, encuentra su “Equilibrio de Nash” cuando los gerentes escogen la estrategia “mentir” y la junta de accionistas la estrategia “no auditar”, es decir cuando los gerentes se salen con la suya y preservan su status quo. La junta de accionistas prefiere evitar una auditoría externa porque es costosa y toma mucho tiempo y los gerentes sabiendo que la junta de accionistas elegirá no auditar deciden mentir. Este es lamentablemente un “Equilibrio perverso” pues la empresa pierde la oportunidad de mejorar su valor de largo plazo y los gerentes consiguen sus objetivos de corto plazo recurriendo a la mentira.
Bueno pero ¿qué tiene que ver esto con el Estado Peruano y su administración?, pues mucho ya que si consideramos que la población del país hace las veces de “Principal” o junta de accionistas en el juego de la democracia, y que los gobernantes elegidos por períodos de cinco años hacen las veces de “Agentes”, la situación del ejemplo se repite.
En general los gobernantes y todas las autoridades elegidas, aún cuando tengan una visión clara de qué se debe hacer tienden a ser cortoplacistas porque esto preserva su status quo, hacen lo que otorga resultados rápidos pero no necesariamente lo que el país necesita para estar mejor dentro de veinte años. Pero esto va más allá ya que los propios gobernantes elegidos por cinco años terminan jugando el rol de “Principales” en un nuevo juego en el que los funcionarios públicos de carrera juegan el rol de “Agentes”. De hecho, muchas instituciones públicas claves del país tienen a las mismas autoridades y funcionarios, sólo con algunos pequeños cambios, desde la época de la reforma del sector público del gobierno de Fujimori, o sea más de veinte años, muchos de ellos comparten sin dudar la misma “filosofía” del cómo hacer las cosas.
En este contexto pensemos cuán difícil le resulta a la población hacer cumplir las promesas electorales a los nuevos gobiernos (más allá de si estas son razonables o no) pero más aún pensemos en por qué aún cuando los nuevos gobiernos tengan una noción mínima de lo que el país necesita para estar mejor dentro de veinte años y que antes de asumir el mando anuncian las reformas que llevarán a cabo, terminan no haciéndolas o avanzando sólo modesta o muy lentamente en ellas.
Los “Agentes” del Estado preservan su status quo y esto implica reformar sólo lo mínimo indispensable para aparentar que se avanza. En concreto, han pasado más de veinte años desde que decidimos como nación que la economía de mercado era la opción más viable y sin duda alguna lo Macro está controlado, es decir tenemos estabilidad fiscal, poseemos reservas más que suficientes, etc. Sin embargo, la reforma del Estado y las reformas microeconómicas que le darían al país la competitividad y mejoras en la productividad que verdaderamente necesita para estar mejor dentro de veinte años, esas nunca llegan. De algunas de estas reformas me ocuparé en detalle en posts posteriores pero es evidente que se han planteado soluciones (generalmente desde fuera del Estado) para poder generar incentivos positivos y poder finalmente llevar a cabo las reformas.
Las soluciones no implican despidos masivos, por el contrario el refuerzo de la Institucionalidad es necesario para proveer a las entidades claves de objetivos de largo plazo que sean “objetivos-país”.
Para terminar, se me acaba de ocurrir esto, así que espero no atropellar los derechos de autor de alguien: “El que muchos te sigan no necesariamente convierte lo que haces en algo bueno”.

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