En Teoría de juegos hay uno muy
interesante en el que dos jugadores pueden verse enfrentados de forma agresiva por
el dominio de un mercado o por el contrario asumir una actitud pasiva y
compartirlo.
Si uno de ellos actúa agresivamente (halcón)
y el otro asume una actitud pasiva (paloma), el agresivo se queda con todos los
“beneficios” del mercado (iguales a “V”) y el pasivo obtiene cero. Por el
contrario, si ambos actúan, digamos según reglas éticas o legales, se reparten los
beneficios en porciones iguales de “V/2” para cada uno.
Si ambos se comportan agresivamente
obtienen un resultado igual a V/2 – C, el que puede ser positivo sólo si V/2>C,
y será negativo si V/2<C. En esta situación “C” es el costo de comportarse
agresivamente cuando el otro también lo hace (por ejemplo, en el ámbito de los
negocios, es el costo de entrar a una guerra de precios en la que se puede
decidir vender bajo el costo o entrar en una batalla legal con el contrincante)
Esto puede verse mejor en el
siguiente cuadro:
Las filas muestran las estrategias
disponibles para el jugador 1 y las columnas, las del jugador 2. Las cifras en las
casillas muestran, la primera de ellas, las ganancias del jugador 1, y luego,
separadas por una coma, las del jugador 2.
Si bien lo deseable para la sociedad
es que ambos se comporten de manera pasiva, pues esto maximiza la ganancia
total (óptimo paretiano) y asegura una distribución más justa, si uno de los jugadores muestra o envía la señal de
comportarse de manera pasiva, al otro jugador le convendrá inevitablemente
comportarse de manera agresiva buscando el máximo beneficio “V”, es decir, ser
agresivo es siempre una estrategia dominante frente a un jugador pasivo.
Cuando existen ganancias por ser
agresivo (V/2>C), los jugadores que se comportaran de manera “racional” (es
decir escogieran la mejor alternativa posible considerando que el otro jugador
hará lo mismo para sí), deberían ser agresivos, esta situación muestra el consabido
Equilibrio de Nash (EN), en el que ambos jugadores deciden ser agresivos.
Por el contrario, cuando el resultado
V/2-C es negativo, la “reputación” de los jugadores resulta determinante. Si
uno de ellos es agresivo, al otro no le quedaría más remedio que ser pasivo
para no incurrir en pérdidas, sin embargo, esto mismo significa tarde o
temprano su propia extinción ya que si hablamos de una empresa, su propósito debería
ser el obtener beneficios.
Los dos únicos equilibrios de Nash
posibles son: 1) que los dos sean agresivos o 2) que uno de ellos sea pasivo y
el otro agresivo; es decir, en esta situación como en el famoso dilema del
prisionero, la sociedad no alcanza su máximo bienestar (en la que ambos son
pasivos)
En política este juego nos da una
lección valiosa, vale decir, para el gobierno asumir una estrategia pasiva ante
un contrincante con reputación de agresivo sólo puede ser redituable si es que está
dispuesto a jugar este juego (o gobernar) sin “beneficios”, la pregunta
evidente es entonces ¿Le importa al gobierno obtener algún beneficio político
por su gestión?, y entiendo por beneficio político no algo pecaminoso sino más
bien el terminar su período de manera más o menos digna, y sin pasar a la
historia como un gobierno débil o víctima de las circunstancias que le tocó
vivir.
Al gobierno le vendría bien un poco de teoría de juegos y repasar la
historia de la guerra fría. Reputación y amenazas creíbles son conceptos claves
en los que deberían trabajar porque esto recién empieza.