Albert Tucker, brillante matemático Norteamericano
y profesor de la Universidad de Stanford ideó en 1950 un juego muy interesante
denominado “El Dilema del Prisionero”, el juego tiene como finalidad demostrar que
para dos personas que negocian en situaciones de incertidumbre es más probable para
ellas obtener resultados adversos que no se obtendrían si prevaleciera la
confianza o la certidumbre en las decisiones de la otra parte.
En concreto, el juego supone que dos
sospechosos son arrestados y acusados de un delito, la policía no tiene
evidencia suficiente para condenarlos si al menos uno de ellos no confiesa. La
policía los encierra en celdas separadas y les explica las consecuencias de las
acciones que tomen.
Si ninguno confiesa, ambos serán condenados
por un delito menor y sentenciados a un mes de cárcel. Si ambos confiesan,
serán sentenciados a seis meses de cárcel. Si uno confiesa y el otro no, el que
confiesa será puesto en libertad inmediatamente y el otro sentenciado a nueve
meses en prisión (6 por el delito y 3 por obstrucción a la justicia)
El siguiente cuadro ilustra las posibles
“ganancias” de ambos prisioneros luego de ser interrogados por separado, el
primer término de cada par ordenado (recuadro) muestra las “ganancias” (en este
caso pérdidas) del prisionero 1, y el segundo término las “ganancias” (pérdidas)
del prisionero 2:
Si analizamos detenidamente nos damos cuenta
de que la mejor estrategia que puede tomar cualquier jugador es siempre
confesar.
Ocurriendo que los dos confiesan por
separado, el resultado de equilibrio (de Nash),
aunque claramente no óptimo desde el punto de vista social si es óptimo
a nivel individual es (Confesar, Confesar).
Está claro que si en las partes (los
prisioneros del ejemplo) no predomina la confianza o la certidumbre el peor
resultado conjunto es el más probable.
Ahora imaginen que los jugadores son por un
lado el Estado Peruano y por el otro cualquier ciudadano. El ciudadano quiere abrir
una empresa para ganarse la vida, y el Estado por su parte quiere que las
empresas cumplan sus obligaciones para con la sociedad, entre ellas proveer
empleo digno y pagar sus impuestos.
En este orden de ideas, el Estado debe
establecer las regulaciones necesarias para que las empresas funcionen dentro
de los parámetros de la ley, supongamos pues que tiene dos opciones, la primera
desconfiar de sus ciudadanos y por ello establecer un marco regulatorio
excesivo y engorroso para desanimar a aquellos ciudadanos que no desean
sinceramente cumplir con sus obligaciones y sólo lucrar en el corto plazo, y
por el otro, establecer un marco regulatorio muy simple pero proclive a ser
burlado por malos ciudadanos.
Por su parte el ciudadano tiene dos
alternativas o estrategias, una cumplir con sus obligaciones legales, y la
segunda, simplemente incumplirlas tomando ventaja de las empresas que si las
cumplen (el problema tan común del “Free Rider” o el que no contribuye pero se aprovecha de los servicios públicos.
Usemos el mismo cuadro pero para imaginar
ahora que las cifras son las ganancias de los jugadores, el estado gana en
impuestos y tasas que cobra por las regulaciones que impone, el ciudadano
invierte y gana dinero, veamos:
Si el Estado simplifica y el ciudadano
cumple, ambos ganan uno, el estado por los impuestos que paga el ciudadano y el
ciudadano que gana digamos 2 paga 1 como contribución por lo que se queda con 1
de ganancia. Si el Estado simplifica pero el ciudadano no cumple, el Estado
pierde 1 por el esfuerzo en simplificar que no tuvo un correlato en el pago de
impuestos, el ciudadano gana 2 pues no contribuye con nada de sus dos de
ganancia.
Si el Estado regula en exceso y el ciudadano
cumple, el Estado gana 2 por los impuestos y las abrumadoras tasas y derechos
que le cobra al ciudadano pero éste último pierde dos debido a todos los
trámites y tiempo empleados adicionalmente al pago de impuestos. Si el Estado
regula en exceso pero el ciudadano no cumple, el Estado no gana nada y el
ciudadano se queda con sus dos de ganancia.
Como podemos ver, el Estado siempre gana más
regulando en exceso que simplificando dada la posibilidad de que el ciudadano
no cumpla con sus obligaciones. Por su parte, el ciudadano siempre gana más no
cumpliendo que cumpliendo pues intuye que el Estado sobre regulará la Economía
para compensar el incumplimiento de sus ciudadanos.
El resultado más probable es el peor posible
para la sociedad, igual que en el Dilema del Prisionero, la desconfianza hace
que el Estado sobre regule y el ciudadano incumpla.
Como dice la canción: “Por eso y por muchas
cosas más…” es tan difícil hacer empresa en el Perú, ya lo dice el Doing
Business del Banco Mundial, a pesar de más de 20 años de Economía de Mercado,
la informalidad sigue siendo un problema tan terrible como la excesiva
regulación del Estado.
¿Cómo romper este círculo vicioso?, hay muchas hipótesis
al respecto, algunas las abordaré en siguientes entregas.