viernes, 15 de mayo de 2015

Crónica de una “Tía muerta anunciada”

Parafraseando al Gran “Gabo”, “Todos sabían que esta “Tía” iba a morir y nadie hizo nada”.
En la situación actual a mediados de mayo del 2015, lo más probable es que el Proyecto termine suspendiéndose indefinidamente o cancelándose a pesar de los esfuerzos de algunos y de la supuestas buenas intenciones de otros, lamentablemente era improbable pensar en otro final cuando las torpezas estuvieron a la orden del día, fundamentalmente debido a la carencia de herramientas de análisis y de gente adecuada, primero en el proceso, y luego en las negociaciones.

A riesgo que me etiqueten inmediatamente como “Caviar” o algo así, les cuento, más bien con el ánimo de abrir sus mentes, que si bien es cierto los ingresos de la minería son importantes, estos son tradicionalmente canon e impuestos, y nadie podrá negar que en 500 años explotando estos recursos, sus ganancias no se han traducido necesariamente en una mejor calidad de vida para las poblaciones circundantes, claro salvo excepciones muy honrosas y muy poco frecuentes. Y no sólo esto, pues como bien señala Jürgen Schuldt en su artículo “Minería y poco ambiente” en el diario el Comercio, muchas empresas mineras, aún con estudios de impacto ambiental de por medio, siguen rebasando los límites permitidos de contaminación, causando daños ambientales, y lo peor judicializando las sanciones que les impone el Estado para, obviamente dilatar los pagos y hasta no pagar finalmente.

Un Economista no se puede consagrar a las “etiquetas ideológicas” que finalmente ni siquiera existen en Economía, generalmente un Economista aplica recetas exitosas (como un buen médico), si una receta es buena, aunque tenga cierta carga ideológica, debería usarse, por ejemplo, un neo liberal por convicción diría no a cualquier ayuda social pero nadie negará que en ciertas etapas del desarrollo de los países son necesarias. Igualmente, un socialista diría que aumentar el salario mínimo de manera rotunda es necesario pero no podrá negar su efecto negativo sobre el empleo y la formalidad, en fin, en Economía hay que seguir recetas exitosas, sea cual sea la carga ideológica que otros le impriman.

En este sentido, la Teoría de Juegos ayuda a explicar fenómenos de conflicto en los que los agentes (se les llama jugadores) toman decisiones basados en las ganancias que les reportan las distintas alternativas de las que disponen (estrategias). La herramienta está tan de moda que hasta se enseña en las Escuelas de Negocios y se usa (al menos parcialmente) en cursos de negociación pero hay situaciones (juegos) en los que sus predicciones no concuerdan con las observaciones, una de ellas es la hipotética situación en la que un árbitro concede a uno de dos jugadores, llamémoslo Jugador 1, una suma de dinero como “x”, las reglas del juego imponen que luego el Jugador 1 debe ofrecer una parte de “x” al Jugador 2 y si el Jugador 2 acepta pues se reparten el dinero en la forma convenida pero si el Jugador 2 no acepta, el dinero se devuelve al árbitro. Este juego se conoce con el nombre de “El Ultimátum”.



Los resultados, a lo largo y ancho del mundo, sin importar países ni costumbres, dicen que el Jugador 2 suele rechazar ofertas por debajo del 40% de “x”, aún cuando esto signifique que ambos jugadores pierden. La Teoría de Juegos convencional (la que se enseña en Escuelas de Negocios y cursos de Negociación) fracasa en su predicción, pues una “ganancia” aunque pequeña, es mejor que cero y debería aceptarse. Este fenómeno ha tratado de explicarse por años, de ahí la aparición de la “Teoría de Juegos del Comportamiento”, que incorpora no sólo herramientas económicas convencionales si no también sicológicas y neuro-científicas, los primeros intentos convincentes de explicar este fenómeno provienen de la “Teoría de la Aversión a la Desigualdad” a comienzos de los años 90, la que en concreto dice que el Jugador 2 no siente realmente que gana un porcentaje de “x” sino una cantidad menor debido a la “envidia” o la “culpa” producto de la negociación, es decir, si el Jugador 1 gana más en la negociación que el 2, el 2 siente una satisfacción menor que el porcentaje de “x” ofrecido por el Jugador 1, de hecho disminuye (mentalmente) un porcentaje adicional de “x” debido a la “envidia” que siente dado que el otro se queda con una mayor parte. Si por el contrario, el Jugador 2 gana más que el 1 en el trato, igualmente reduce (mentalmente) su ganancia debido a la “culpa” que siente por ganar más, como resulta obvio a estas alturas, generalmente nuestra “envidia” es mayor a nuestra “culpa”.

Una Teoría mucho más completa del 2002 “Teoría de las Preferencias Sociales” dice que el Jugador 2 no sólo siente “envidia” o “culpa” sino que también tiene (entre otras cosas más) actitudes de “reciprocidad” positivas o negativas hacia el Jugador 1, lo que también aumenta o disminuye la ganancia ofrecida por 1. En concreto, si el Jugador 1 ofrece por ejemplo 40% de “x” al Jugador 2, este analiza primero el comportamiento previo del Jugador 1 antes de decidir; si el 2 percibe que el 1 se ha portado mal con él en el pasado, resta una cantidad igual a la carga negativa en la relación previa con 1 (reciprocidad negativa), a tal punto que puede sentir que ese 40% de “x” es incluso negativo. Ante esto no hay nada que hacer, no importa el tamaño del ofrecimiento, ni aun cuando vaya más allá de un supuesto 50% de “x”, el jugador 2 no aceptará la oferta de 1. Y no hay que olvidar que esa “reciprocidad” se construye en base a la “reputación” de cada jugador y a la relación previa entre los jugadores, de ahí su carácter explicativo más completo. Cabe anotar que esta última Teoría tiene hasta hoy un grado de acierto notable en predecir situaciones como las de “El Ultimátum” y muchas otras más que la Teoría de Juegos convencional no pudo.

Si este marco teórico lo aplicamos al conflicto de Tía María podríamos decir que el Jugador 1 es la coalición Gobierno-Minera, y que el Jugador 2 la población circundante al Proyecto, las ganancias del juego no las conocemos cabalmente pero sabemos que es un “x” bastante alto, a la población circundante se le ofrece una participación de ese “x” vía canon o impuestos o beneficios a la población, y la Teoría convencional diría que la población (Jugador 2) debería aceptar pero no acepta. La reciprocidad negativa es tan fuerte debido a la relación previa entre la minera y la población que no hay manera de convencer a esta última de que acepte el proyecto.

Las relaciones se “construyen”, y la relación entre estos jugadores está destrozada y a mi juicio no puede ser reconstruida. El intento burdo de “convencer” a algunos dirigentes sólo dilatará el proceso pues vendrán otros a los que habrá también que “convencer”, y así en un proceso sin final, como tratar de convencer uno a uno a los Yihadistas que se conviertan al Cristianismo.

Sólo un nuevo Gobierno con crédito abierto, con nuevos interlocutores que conozcan el tema y cuenten con las herramientas teóricas y empíricas necesarias, con garantías seguras para la población de que se respetarán sus derechos, podrá generar un “Nuevo Juego”, uno en el que la carga de la reciprocidad negativa no sea tan alta que vuelva negativo ese porcentaje de “x”. El Jugador 2 seguirá siendo el mismo pero tenemos que obligatoriamente cambiar de Jugador 1.

Finalmente, cuidado porque si seguimos observando lo que señala Schuldt en su artículo, es decir si el estado (en cualquiera de sus poderes) sigue sin garantizar un trato justo a los Jugadores, esto no cambiará y los próximos proyectos la pasarán aún peor. La sensación de equidad o inequidad en el trato hacia el Jugador 2 jugará un rol crucial en las relaciones Gobierno-minería con las poblaciones circundantes en los próximos años.

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