domingo, 27 de julio de 2014

¿Por qué tuvimos hiperinflación?: La mala fortuna de ser pequeños

A fines del gobierno de Alan García la inflación acumulada llegó a la escalofriante cifra de un millón por ciento, el PBI real había decrecido en promedio en 1% entre 1981 y 1990 (lo que se conoce como la década perdida) y el PBI per cápita decreció también en promedio en 3.2% en el mismo período, la pobreza alcanzaba aproximadamente al 50% de la población. Sería redundante referirme a la crisis política, social y a la violencia terrorista que quienes vivimos en esos años nunca podremos olvidar.



No está claro cómo un grupo de aventureros logró convencer al por entonces joven presidente Alan García, de adoptar un “modelo” que los físicos dirían estaba constituido de “antimateria”, es decir un modelo que se ha conocido en el tiempo como “heterodoxo” pero que en realidad era sólo un compendio de “recetas” de política económica absolutamente absurdas, todas basadas en supuestos acerca del comportamiento de los agentes económicos no sólo contrarios a la teoría convencional, sino también a la lógica más elemental y a cualquier evidencia empírica disponible.

En los dos primeros años, el supuesto “modelo” incluso aparentó funcionar pero debido a otros factores basados en la naturaleza humana más que por sus propias virtudes, algo de lo que he escrito antes en “El Poder de la Palabra” y en “El poder de la información”.

Básicamente la idea contenida en la “receta heterodoxa” era la de inyectar enormes cantidades de dinero en la economía con la intención de estimular el consumo, elevar la demanda agregada y con ello estimular la producción y la oferta agregada, en principio suena familiar y se asemeja a lo que EEUU y la Eurozona han hecho desde el 2009 hasta hoy, sin embargo, como casi siempre “El demonio está en los detalles”.

La inflación, tal como la definió Milton Friedman (uno de los economistas más brillantes del Siglo XX), “…es en el largo plazo un fenómeno esencialmente monetario”. Es decir, no importa lo que hagamos, o las razones que nos impulsen, si hacemos que la tasa de crecimiento del dinero sea durante un tiempo prolongado mucho mayor que la tasa de crecimiento del producto, inevitablemente tendremos inflación.

Para verlo de forma más simple imaginemos que un país cualquiera es un pequeño pueblo aislado que emite su propia moneda y en el que sólo se produce un bien, por ejemplo automóviles, si en el año uno empezamos con la producción de un solo automóvil y tenemos una sola moneda, pues el precio del único bien será como podemos imaginar una moneda (1/1). Si al año siguiente la producción aumenta a dos automóviles, su banco central con el fin de preservar la estabilidad de precios deberá emitir dos monedas nuevas, si emite sólo una moneda, habrá dos automóviles pero una sola moneda con lo que el precio de los autos caerá a 50 centavos (1/2) provocando un efecto pernicioso en los productores de autos los que al ver que el precio de su bien cae (deflación) tenderán a reducir la producción  de los mismos provocando una recesión, por el contrario, si el banco central emite 3 monedas, los autos aumentarán de precio de una moneda a 1.5 monedas (3/2) o sea tendremos inflación.

EEUU y la Eurozona han podido hasta ahora evitar procesos inflacionarios considerables debido a que sus inyecciones de dinero han sido destinadas en gran medida a la compra a los bancos de activos financieros cuyo valor de mercado es prácticamente cero, los bancos han recibido el dinero pero han tenido muchos problemas para poder colocarlo en forma de préstamos en sus mercados locales, es decir sus agentes privados no han tomado créditos como antes (a pesar de las bajísimas tasas de interés) porque desconfían de la situación y han retraído su inversión lo cual es razonable en mercados tan deprimidos, en su lugar los bancos han preferido llevar estos Euros y Dólares a economías emergentes, con esto el dinero en sus mercados no ha sido tan abundante como para provocar inflación.

Por el contrario, nosotros nunca hemos tenido la posibilidad de exportar nuestra moneda a otros países y este es un lujo que sólo los países con divisas fuertes pueden darse. Entonces, volviendo a finales de los años ochenta era muy difícil creer que emitir esas cantidades impresionantes de dinero en un contexto de incertidumbre podrían generar solo efectos positivos.

El gobierno Aprista inyectó ese dinero básicamente de dos formas, la primera vía créditos de operación a las empresas públicas para poder mantener los precios de sus servicios por debajo de sus costos de operación (subsidios), y la segunda vía créditos de la banca pública hacia los agentes económicos con la intención de aumentar la inversión privada.

Entonces, aquí viene el tema de los incentivos y resulta que si el Banco Agrario prestaba dinero prácticamente sin intereses (la tasa era mucho más baja que la inflación) pero los prestatarios decidían que era mejor dedicar ese dinero al consumo o que como en el caso del trapecio andino, era más rentable y menos peligroso (esto resulta increíble pero cierto) dedicarlo a comprar y comercializar contrabando pues el resultado inmediato era que el consumo agregado podía aumentar pero no la inversión, y bueno si no aumentaba la inversión no había tampoco posibilidades de aumentar la oferta.



Veamos la gráfica, en esta se simplifica la idea, es decir si el consumo aumenta, la demanda agregada (DA) aumenta pero si la inversión no crece, la oferta agregada(OA) no subirá y una oferta que no crece mientras la demanda sube pues produce inflación (aumentos en los precios P), claro las cantidades transadas (Q) en la economía aumentan pero conforme la capacidad instalada se acerca al límite o los empresarios deciden no ofertar (por la incertidumbre), la curva de oferta incluso se torna completamente vertical con lo que aumentos de la demanda sólo producen inflación pero no aumentos en las cantidades transadas.

Para que esa “política económica” hubiera funcionado se habría necesitado la conjunción de otros factores favorables, entre ellos fundamentalmente la confianza que es al final el motor de la inversión, y lamentablemente con todos los problemas del Perú de los ochenta, la confianza era el bien más escaso, casi tanto como los fundamentos económicos del “Perú Heterodoxo”. 

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