Seguramente más
de una vez nos hemos preguntado: ¿Por qué las autoridades, sobre todo los
presidentes y Ministros, siempre dan
mensajes exageradamente positivos aún en situaciones críticas?, incluso a veces los hemos visto parecerse a los músicos del
“Titanic” que seguían tocando sin que nadie los escuche porque todos estaban
tratando de salvarse del naufragio.
En el post
anterior “El poder de la información” vimos como la teoría de las “Expectativas
Racionales” de Lucas ayudó a explicar porque las políticas económicas
sistemáticamente utilizadas por el gobierno podían fracasar estrepitosamente si
las personas las anticipaban por completo y que en el extremo podían ser eficaces
solo cuando eran completamente sorpresivas.
En el modelo
de Lucas si la información en poder de las personas era correcta, las políticas
económicas terminaban siendo ineficaces y el equilibrio final sería producto de
la actuación egoísta y “racional” de los agentes, por ejemplo, si durante una
recesión el gobierno pretendía bajar la tasa de interés para incentivar la
inversión, los agentes anticipando esto retirarían masivamente sus ahorros haciéndola
subir, ahondando con esto la recesión, los agentes harían esto porque así optimizarían
su comportamiento individual al cambiar sus ahorros por otros activos más
rentables, es decir seguirían un patrón “racional” en términos económicos. En
concreto, las conclusiones de Lucas implicaban para las autoridades simplemente
sentarse a observar como las cosas pasaban.
Sin embargo,
como también vimos en ese mismo post, los hacedores de política económica
siguen vivos y activos, y las políticas económicas siguen funcionando aunque
sea medianamente bien, una explicación plausible a esto y al porque de los
mensajes positivos viene a continuación.
El modelo de
Lucas, como la mayoría de los modelos de equilibrio general usados a partir de
los años 70, tenía como fin explicar sus variables endógenas (aquellas para las
que buscaba explicación, por ejemplo el crecimiento del PBI) en función de otras
variables llamadas “fundamentales”, es decir variables de tipo microeconómico como
las preferencias, la tecnología y la dotación de factores, variables estas que
debían ser supuestamente irrebatibles como fuentes de explicación desde que la
crítica a modelos macroeconómicos previos era precisamente su falta de
supuestos microeconómicos y por tanto su lejanía con los “fundamentos” de la
Economía.
Basados en
gran medida en el concepto de expectativas racionales y en el modelo de Lucas, Roger
Farmer y Michael Woodford publicaron en
1984 un brillante artículo titulado “Self-Fulfilling Prophecies and the
Business Cycle”, algo así como “Profecías auto cumplidas y el ciclo económico”.
En este trabajo, los autores exploran otros probables equilibrios desechados
anteriormente por Lucas en su modelo, equilibrios en los que las variables endógenas
terminaban siendo explicadas por otras variables diferentes a las fundamentales
y con las que aparentemente no guardaban relación intrínseca, equilibrios en
los que los agentes económicos actuaban de una manera aparentemente irracional,
es decir no optimizando su comportamiento, lo cual parecía ser a todas luces absurdo.
Lo que Lucas
no vio, o no quiso ver, cobra gran valor en manos de Farmer y Woodford, estos
últimos determinaron en su trabajo que estos equilibrios desechados por Lucas
podían verificarse, y de hecho se verificaban empíricamente en situaciones
concretas, es decir, se observaban equilibrios en los que las políticas del
gobierno eran al menos parcialmente eficaces y en los que los agentes
económicos parecían comportarse de modo “irracional” es decir de manera no
egoísta. Por ejemplo, ante una recesión podían dejar sus ahorros en el banco
aún con una tasa de interés menor, dado que el mensaje del gobierno invocaba a
la participación de sus ciudadanos para salir de la crisis, esto aunque
contrario a sus intereses particulares no los hacía desistir de sus decisiones contradiciendo
las explicaciones de la hasta ese entonces teoría económica convencional.
Farmer y
Woodford encontraron que el concepto de expectativas racionales de Lucas era
incompleto y que a la “información” de su modelo parecían sumarse factores como
las normas sociales y otros más a los que Keynes en los años 30 denominó como
“Espíritus Animales”, esto con el fin de expresar que las personas no actuaban
sólo movidas por su interés particular y que el proceso de toma de decisiones
era mucho más complejo de lo que se pensaba.
Hoy, después
de muchos estudios sabemos que factores como los prejuicios, los sentimientos
de reciprocidad, deseos de aumentar el bienestar social, y otros como el odio,
la envidia, etc., condicionan en gran medida la toma de decisiones individual y
que hay también factores considerables que mueven la sicología de masas, es
decir las variables agregadas. Como bien sabemos, mensajes nacionalistas o que
exaltan los más primarios sentimientos se han dado y se dan en las guerras y en
las situaciones de crisis más variadas.
El modelo de
Farmer y Woodford predice de algún modo que lo que los agentes económicos crean
o quieran creer tiene una importancia fundamental en los resultados agregados,
de ahí su nombre de “Profecías auto cumplidas”. Por ejemplo, si los agentes
creen que sacrificar parte de sus ganancias individuales manteniendo sus
ahorros en los bancos, aún a pesar de la baja en la tasa de interés, traerá
beneficios al país, acatarán la política económica y esta tendrá los resultados
esperados de estimular la inversión y por tanto el crecimiento. El mensaje, y
sobre todo la credibilidad del emisor del mensaje cobran inusual importancia.
Un gobierno que recién empieza, que ha sido elegido por amplia mayoría y que
viene de una elección relativamente ejemplar, es decir con legitimidad y sin
tantos detractores tiene muchas mayores posibilidades de enfrentar una crisis
anunciando sus políticas y sobre todo explicando correctamente la necesidad de
las mismas a la gente, si la mayoría de personas cree que se puede salir de la
recesión y por tanto ahorra, y los empresarios creen que se puede salir de la
recesión y por lo tanto invierten es muy probable que se tenga éxito.
Por el
contrario, un gobierno impopular, deslegitimado o que está de salida tiene
muchas menos probabilidades de ejecutar políticas económicas exitosas, en este
sentido recordemos los fallidos intentos de ajuste fiscal del primer gobierno
aprista o las también fallidas políticas contra cíclicas del segundo gobierno
de Fujimori. Las palabras y los gestos adecuados de las autoridades, en las circunstancias
adecuadas, tienen un poder extraordinario, de ahí el valor de los músicos del
Titanic o de las palabras de los gobernantes, claro cuando es evidente que el
barco no se está hundiendo.
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